lunes, 21 de septiembre de 2015

Educación y pobreza horizontes ineludibles.

     Se hace ineludible en Educación iniciar con la determinación ideal que tenemos sobre el ser humano. Toda práctica educativa, por ende, debe desplegar y depender de la visión que de lo humano que tenga  quien debe actuar como educador.[1]
     Cuando se sostiene una idea positiva de las posibilidades y capacidades humanas; cuando reina una idea armoniosa sobre el niño como un ser humano… (Luis O. Brea Franco, La Modernidad Como problema, 136-137) damos espacio a la construcción de una superestructura, en cierto aspecto para la realidad actual utópica, donde hombre y mujer se construyen desde el holismo (bio-psico-social y espiritual)
Educación:en sentido estricto (el de Herbart), acción metódica ejercida sobre un niño o joven en orden a la formación de la voluntad, el carácter y la actitud moral, a diferencia de la formación del entendimiento (instrucción).[2]
La educación se hace necesaria en tanto que participa de la construcción de un producto social: hombre y mujer, es la paradoja de “la producción del producto que productor”. Esto hace que la educación sea un derecho humano. La educación conduce al ser humano al triple encuentro: consigo mismo (yo), con los demás (naturaleza) y con su ser trascendental (Dios), nombrado de acuerdo a su tradición lingüística y producto cultural.
     La importancia que reviste la educación en la construcción del individuo y a su vez de la sociedad en la que actúa, hace importante una institucionalización desde donde se desarrolle (escuela) y a su vez una supra institución que la tutele y administre a gran escala (Sistema educativo).
Es el estado el administrador de la polis quien tiene a su cargo garantizar a todos los ciudadanos la educación, que les permitirá alcanzar el potencial de ser humano y un proceso riguroso que responde a las necesidades del ser social particular y colectivo circunstancial (sociedades específicas).
     La educación cambia los pueblos, la pobreza acompañada de su amiga, el hambre y la estratificación social, afectan a los estudiantes de los campos y los barrios marginados. Resulta interesante analizar las causas que hacen que los pobres aún con la garantía que les ofrece el gobierno para estudiar, no alcanzan obtener un grado académico que les permita superar su estatus.[3] Los medios de transporte, alimentación, desempleo, salud y otros son los principales causantes  de la deserción.
De acuerdo con el Informe de Seguimiento de 2010 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), el 34% de la población dominicana en 2009 vivía en estado de pobreza. Esto quiere decir que de una población total de 9 millones 700 mil personas (para 2009), unas 3 millones 298 mil eran pobres.
     En cuanto al nivel de pobreza extrema, en 2009 era de 10.4% del total de la población dominicana. Esto indica que en 2009 1 millón 8,800 personas vivían en estado de pobreza extrema en República Dominicana.
La meta para el 2015 es que el nivel de pobreza extrema se reduzca a 5.4%.
La educación no es la responsable del crecimiento del índice de pobreza, pero si es un indicador en tanto que el nivel de educación de un pueblo determina el nivel de desarrollo humano, y esto se traduce en bienestar socioeconómico en todas las dimensiones del término.
     Nuestra región y en especial nuestro país República Dominicana se ha cimentado en una estructura sociopolítica lisiada, que impide el avance intelectual de los que están abajo, pues significa esto, menos competencia para los que están arriba, y a su vez garantizar la supremacía en la dirección de las arcas comunes. Lo irónico es que las políticas públicas son desarrolladas por los mismos que son hijos herederos de la estructura sociopolítica lisiada.
     El clientelismo es un elemento que alimenta la pobreza y desarma la educación y atenta contra el bienestar y desarrollo social. Además de un sistema presidencialista que supone un complemento de tres poderes. Estos poderes que integran el estado están empañados, perdidos en una laguna en niebla, en parte estancados en la determinación de uno.
     ¿Hay esperanza? A pesar de esta escena  escalofriante, hay salidas, hay caminos, caminos  que dirigen a sanear las aguas, de una sociedad que gime, que grita ante las secuelas de la podredumbre, que levanta las manos mostrando el  ímpetu, el valor, coraje, y sentido de  la libertad, elementos que nos distinguen quisqueyanos. La esperanza, son esos jóvenes de los pueblos y barrios marginados, que se despiertan día a día y se enfrentan al hambre, al no tengo pasaje, al mis zapatos ya no dan, al necesito imprimir y no tengo, a la enfermedad, al dolor de la madre ante la impotencia de con sus cayos y cuerpo cansado, no poder suplir lo necesario, al  smoke de las eternas filas de vehículos que transitan, a las instituciones educativas que tronchan al hambriento del saber… Esos jóvenes dirigen sus miradas al objetivo propuesto y no descansan sin importar la hora, aún sea con vela o una lámpara por las largas tandas de apagones. Estos jóvenes son los que demuestran que la pobreza no se define solo desde el aspecto material, que existe una pobreza peor que la de no tener pan ni techo propio, la pobreza de espíritu y razón pobreza que se convierte en miseria pues se pierde la dignidad, y la padecen también los tutumpotes.
     Los jóvenes empoderados se enrumban a tomar suyos las riendas que una vez en sus manos propondrán y desarrollarán las políticas públicas pertinentes para la disminución de la pobreza material, y pelear contra la miseria.

Ángel Yoelme Alcántara Ramírez, Febrero 2015

[1] Cfr. Luis O. Brea Franco, La Modernidad como problema, Educar desde la libertad, El Caribe, viernes 24 de junio de 2005.
[2] Ibídem. Friedrich Dorsch, Diccionario de Psicología, pág. 236. Citando a Herbart en su concepción de educación.
[3] Cfr. Hermes de Paula, Ensayo Educación y pobreza

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