Se hace ineludible en Educación iniciar
con la determinación ideal que tenemos sobre el ser humano. Toda práctica
educativa, por ende, debe desplegar y depender de la visión que de lo humano que
tenga quien debe actuar como educador.[1]
Cuando se sostiene una idea positiva de
las posibilidades y capacidades humanas; cuando reina una idea armoniosa sobre
el niño como un ser humano… (Luis O. Brea Franco, La Modernidad Como problema,
136-137) damos espacio a la construcción de una superestructura, en cierto
aspecto para la realidad actual utópica, donde hombre y mujer se construyen desde
el holismo (bio-psico-social y espiritual)
Educación:en sentido
estricto (el de Herbart), acción metódica ejercida sobre un niño o joven en
orden a la formación de la voluntad, el carácter y la actitud moral, a
diferencia de la formación del entendimiento (instrucción).[2]
La educación se hace necesaria
en tanto que participa de la construcción de un producto social: hombre y
mujer, es la paradoja de “la producción
del producto que productor”. Esto hace que la educación sea un derecho
humano. La educación conduce al ser humano al triple encuentro: consigo mismo (yo), con los demás (naturaleza) y con su ser trascendental (Dios), nombrado de acuerdo a su tradición lingüística y producto
cultural.
La importancia que reviste la educación en
la construcción del individuo y a su vez de la sociedad en la que actúa, hace
importante una institucionalización desde donde se desarrolle (escuela) y a su vez una supra
institución que la tutele y administre a gran escala (Sistema educativo).
Es el estado el administrador
de la polis quien tiene a su cargo garantizar a todos los ciudadanos la
educación, que les permitirá alcanzar el potencial de ser humano y un proceso
riguroso que responde a las necesidades del ser social particular y colectivo
circunstancial (sociedades específicas).
La educación cambia los pueblos, la pobreza acompañada de su amiga, el
hambre y la estratificación social, afectan a los estudiantes de los campos y
los barrios marginados. Resulta interesante analizar las causas que hacen que
los pobres aún con la garantía que les ofrece el gobierno para estudiar, no
alcanzan obtener un grado académico que les permita superar su estatus.[3] Los
medios de transporte, alimentación, desempleo, salud y otros son los
principales causantes de la deserción.
De
acuerdo con el Informe de Seguimiento de 2010 de los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM), el 34% de la población dominicana en 2009 vivía en estado de
pobreza. Esto quiere decir que de una población total de 9 millones 700 mil
personas (para 2009), unas 3 millones 298 mil eran pobres.
En cuanto al nivel de pobreza
extrema, en 2009 era de 10.4% del total de la
población dominicana. Esto indica que en 2009 1 millón 8,800 personas
vivían en estado de pobreza extrema en República Dominicana.
La
meta para el 2015 es que el nivel de pobreza extrema se
reduzca a 5.4%.
La
educación no es la responsable del crecimiento del índice de pobreza, pero si
es un indicador en tanto que el nivel de educación de un pueblo determina el
nivel de desarrollo humano, y esto se traduce en bienestar socioeconómico en
todas las dimensiones del término.
Nuestra región y en especial nuestro país
República Dominicana se ha cimentado en una estructura
sociopolítica lisiada, que impide el avance intelectual de los que están
abajo, pues significa esto, menos competencia para los que están arriba, y a su
vez garantizar la supremacía en la dirección de las arcas comunes. Lo irónico
es que las políticas públicas son desarrolladas por los mismos que son hijos
herederos de la estructura sociopolítica
lisiada.
El clientelismo es un elemento que alimenta
la pobreza y desarma la educación y atenta contra el bienestar y desarrollo
social. Además de un sistema presidencialista que supone un complemento de tres
poderes. Estos poderes que integran el estado están empañados, perdidos en una
laguna en niebla, en parte estancados en la determinación de uno.
¿Hay esperanza? A pesar de esta escena escalofriante, hay salidas, hay caminos,
caminos que dirigen a sanear las aguas,
de una sociedad que gime, que grita ante las secuelas de la podredumbre, que levanta
las manos mostrando el ímpetu, el valor,
coraje, y sentido de la libertad,
elementos que nos distinguen quisqueyanos. La esperanza, son esos jóvenes de
los pueblos y barrios marginados, que se despiertan día a día y se enfrentan al
hambre, al no tengo pasaje, al mis zapatos ya no dan, al necesito imprimir y no
tengo, a la enfermedad, al dolor de la madre ante la impotencia de con sus
cayos y cuerpo cansado, no poder suplir lo necesario, al smoke de las eternas filas de vehículos que
transitan, a las instituciones educativas que tronchan al hambriento del saber…
Esos jóvenes dirigen sus miradas al objetivo propuesto y no descansan sin
importar la hora, aún sea con vela o una lámpara por las largas tandas de
apagones. Estos jóvenes son los que demuestran que la pobreza no se define solo
desde el aspecto material, que existe una pobreza peor que la de no tener pan
ni techo propio, la pobreza de espíritu y
razón pobreza que se convierte en miseria pues se pierde la dignidad, y la
padecen también los tutumpotes.
Los jóvenes empoderados se enrumban a
tomar suyos las riendas que una vez en sus manos propondrán y desarrollarán las
políticas públicas pertinentes para la disminución de la pobreza material, y
pelear contra la miseria.
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